29.11.05

Nunca con nosotros

Cuando quise avisar al camarero ya había muerto el hombre en la mesa del fondo. Un hueso de pollo, debió ser. La verdad es que no quise preguntar. Terminé de comerme las ostras a las que me invitó el dueño y me marché. El calor apretaba como aprietan las corbatas en los trajes de funeral. Así que me metí en el bar de siempre y pedí una cerveza. El barman me conocía ya. Nos pusimos a hablar y me contó la historia de un cuñado suyo al que había tocado la lotería y tenía grandes planes hechos para invertir el dinero. Pero aquella mañana lo atropelló un autobús con un ramo de flores en la mano. La vida se ríe, me dijo. Y nunca es con nosotros.

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