5.11.05

Noviembre, llueve afuera


Ajusto la pistola al cinturón y la oculto bajo la gabardina. Así nadie podrá verla. Si acaso, alguna mujer podría pensar que me alegro realmente de verla. Pero yo sé que no es eso. William Sutton lo contaba siempre gesticulando y escenificando los movimientos. Una madrugada ya cerca del amanecer en un bar de Ontario nos lo explicó. Éramos la única familia que le quedaba tras haber escapado hacia el norte. Por eso le escuchamos y le dimos palmadas en la espalda. Nuestro hermano había crecido.

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