12.5.12

Franky, esta noche actúas

Lo habíamos encontrado al mediodía, tirado en un callejón, con la espalda pegada al muro, dormitando aún agarrado a la botella. Lo habíamos llevado a su motel. Le metimos en la ducha, como pudimos, y apuntamos el chorro de agua fría contra su cara. Se despertó, por fin, entre fantasmas, sin pronunciar palabra, agitado buscando la botella que ya no tenía. Le dijimos que se visitera, que vomitara, que se tomara un café y que comiera algo. Esta noche actúas, Franky, vamos, has cobrado por adelantado. Cuando llegamos ya estaba subido al escenario. Nadie parecía hacerle caso, con charlas entre botellas de cerveza y chupitos de whisky a quemarropa. Franky al fondo, en aquella plataforma en alto, sentado en una banqueta, acariciando su guitarra y mirando el suelo. El micrófono pegado a la lengua. La voz en un susurro. En su planeta. “Hay que darle una vuelta a la rueda fortuna. Y esa rueda ya nombra quién gana”. Los muchachos lo escucharon. Y yo con ellos. Nos adelantamos a las mesas vacías de las primeras filas. Bebimos en silencio. Franky estaba solo. En otro lugar. La camisa limpia. Las botas sucias. El pelo aún húmedo, pegado a la cara. De fondo ruido de copas y risas de otro planeta. Levantó la vista, nos miró. Y sin subir la voz, sonrió. “El que sale perdiendo, un día ganará”, cantó. Y volvió a hundir la mirada en sus botas. La última estación antes del infierno.