5.11.05

Joe Fieldman

La camarera trajo la botella y los dos vasos en la bandeja. Llegó junto a nuestra mesa y lo dejó todo con desgana. Joe Fieldman me dijo que había sonreído. Pero yo la vi que escupía entre los dientes. No se lo dije. Cuando alguien tiene una úlcera de tal tamaño que los astrólogos quieren bautizarla, no vale la pena estropearle los momentos felices. Joe Fieldman compartió conmigo en Arkansas la última noche antes del diluvio. Después de aquello yo cogí un tren hacia Albuquerque. Tres días después, la prensa llevaba una columna con su foto en las necrológicas. Entonces lo comprendí. La camarera había sonreído.

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