22.7.10

Hasta la vista

Está todo dispuesto. Será mañana al amanecer. La bolsa con las camisas. El sombrero. El tabaco. Serán unos días. Quizá alguna semana. La verdad es que no sé cuándo regresaré. Mejor no me preguntes. Quizá vaya solo. Uno de los muchachos quiere acompañarme. Cuando amanezca lo decidiré. Hay lugares a los que es mejor no llevar compañía. Hay fantasmas que no se asustan de las conversaciones. Me iré. Volveré, en algún momento. Los muchachos lo saben. Dijeron adiós ladeando la cabeza. Hasta la vista, socio. Y poco más. Mañana al amanecer emprenderé viaje. Sé dónde. No sé por dónde. Lo necesito. Eso también lo sé. Escapar de estas paredes. Horas, quizá. Los falsos consuelos también consuelan. Se aprende rápido. Lo malo será el regreso. Siempre lo mismo. No podrás besarme porque no voy a despedirme. Simplemente me marcharé cuando amanezca. Hasta la vista.

12.7.10

Un beso

Vamos, acércate. Ya lo has hecho otras veces. Ésta no es diferente. No mires hacia atrás. Nadie vendrá a rescatarte ahora. No quieres que eso suceda. A los lados no sucede nada. Olvida toda esa gente. Tú y yo. Vamos, acércate. Si lo haces sabes que soy capaz de todo. Lo mataré, si me lo pides. Quizá me quede. Esta noche seguro. No me preguntes por mañana. No existe nada más que los tres pasos que nos separan. El tiempo ahora es distancia sólo física. Rompe la frontera. Vamos, acércate. Mírame como yo te estoy mirando. Son tus ojos los que lo dicen. Por mucho que niegue tu cabeza. Estás aquí. Podías estar muy lejos de mí. No quisiste hacerlo. No hay excusas. Se acabaron las palabras. Ya no. Los dos lo sabemos. Ahora sólo son tres pasos y pondremos el punto y final a todo esto. Olvida lo de alrededor. Nadie nos mira. No existimos. Estamos solos tú yo por mucho que suene la música de la orquesta. Nadie baila. Vamos, acércate. Dime que no quieres hacerlo y te dejaré marchar. No intentaré detenerte. Ni siquiera te sostengo la mano. No tienes barreras detrás. Delante sólo tres pasos. Vamos. No me digas que no. Tus labios dicen que sí. Tiemblan. Veo tus dientes entre ellos. Vamos, acércate. Son sólo tres pasos. Cuando nos hayamos besado, dejarás de rezar. No habrá nada más en lo que puedas creer. Vamos, sólo tres pasos, tu y yo, olvida la gente, dame la mano, acércate. Vamos, bésame.

5.7.10

Un buen viaje

Cada uno de los muchachos sabía cómo escapar. Para eso no necesitaban a nadie. Siempre había algún conocido que en un rincón de otro barrio te daba en un apretón de manos un billete en otra dirección. Después cada uno buscaba el lugar donde coger aquellos trenes. Algunos al fondo del bar, sentados en la oscuridad, con la cabeza entre las manos. Otros en su colchón, con las luces apagadas, aunque la ciudad aullase al otro lado de la ventana. Muchos entre nosotros, rodeados por el resto, con los ojos abiertos, la boca torcida y la boca tan seca que ni hablaban. Nadie avisaba. Pero todos sabíamos dónde estaba cada uno y en qué dirección había ido. No preguntábamos. Había noches en la que teníamos suficiente con sostenernos de pie y otras que queríamos correr lejos de nosotros mismos. Hay veces que quieres pelear contra tu propio mundo. Estás dispuesto a batirte. A ganar. A masticar la noche y abrir los ojos con el sol, al salir, con los puños en alto. Para espantar la desesperación con golpes de luz. Otras veces este mundo se quedaba pequeño y lo que se quería era no pisarlo. Entonces desaparecía uno de los muchachos y aparecía dos días después, más flaco, pálido, con los ojos agrietados y húmedos. No lo había conseguido. Claro. Nunca se conseguía. Aquellos viajes duraban apenas horas. Nunca lo suficiente. Pero los muchachos seguían intentándolo.