5.3.12

Tú la necesitarás más

Me tendió un cigarrillo. Las uñas rebasan el límite de las yemas. Escondían bajo ella los restos de dos barrios y un naufragio. En la barba, adornada con migas de un banquete al que no hubiera querido asistir, refugiaba un rostro que se negaba a mostrar. Toma, muchacho, me dijo. Fuma conmigo. Saqué el mechero y prendí su pitillo. Después el mío. Me senté a su lado en la escalinata. Tardamos tres bocanadas en dirigirnos la palabra. Hacía sol aquel día y parecía que el invierno se escapa, por fin, doblando la esquina al fondo. Vienen jodidas, chaval, me dijo. A mí ya no me toca, porque me libré de todo esto, de los políticos que nos venden vidas donde solo vale casarse y pagar impuestos y trabajos donde sólo puedes tener manos que no sienten. A mí ya no me pillan. Yo lo dejé atrás. Ahora tengo una barba donde lo llevo todo y dos cigarrillos. Bueno, los tenía. Pero los volveré a tener. Mi hijo no recuerda que fui su padre y yo intento acordarme cada noche de que lo era. Cuando amanece empiezo de cero. Fumé, escuchándole, asintiendo mientras exhalaba el humo. Cuando apuramos la colilla, quemándonos los dedos, nos despedimos. Adiós, amigo, le dije. Hasta la vista. Buena suerte. A mí no me hace falta, respondió. Te doy la que me toque, chico. Tú la necesitarás más.