11.11.05

La calle cuarta

Coloqué la pistola en el cinturón como había aprendido a hacer desde que cumplí los siete. A un lado. Siempre en un lateral. Si la colocas detrás o delante se nota el bulto. Cualquier niño del barrio lo sabía. Así lo hice. Al lado izquierdo, porque soy diestro. Antes la cargué. Seis balas sin destinatario pero con una amplia agenda de direcciones. Estaba dispuesto a que pasase cualquier cosa. Nadie mata a uno de los míos. Nadie toca el barrio. Porque cuando alguien toca a alguien del barrio las heridas familiares se abren. El resto de los muchachos y yo salimos hacia la calle cuarta. Allí encontraríamos la verdad. La realidad es que me temblaban las piernas. Ahora sé que las armas las dispara el miedo.

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