8.11.05

El vecino del cuarto

Aquel día no era yo quien había gritado mientras dormía. A la mañana siguiente todos me preguntaron, pero no era yo. Nadie supo quién había dado aquel alarido. Pensaron que era yo porque solía ser la hora a la que volvía a casa. Me despedía de los muchachos tras fumarnos un cigarrillo en las escalerillas y después me largaba. A veces chillábamos. Era una forma de dejar escapar el miedo. Algo así como una ducha antes de entrar en el territorio virgen del propio hogar. El único lugar en el que puedes estar a salvo. Eso pensábamos. Así lo veíamos. Dos semanas después, un nuevo alarido nos despertó. A la mañana siguiente supimos que Freddy, el vecino del cuarto, había acuchillado a su mujer, Susan. Entonces comprendimos que jamás encontraríamos un sitio seguro.

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