6.11.05

Antes de que amanezca

Debía de ser muy tarde, porque el horizonte empezaba a ponerse morado con los primeros rayos del sol. La luz del día nos golpearía los ojos aún abiertos y trastocaría todo lo que habíamos creído. La noche nos protegía, por eso apurábamos hasta la última gota de la madrugada. Aquel día iba a salir el sol. Era muy tarde, pero nadie quería irse. Sentados en corro alrededor de una hoguera, con la ciudad durmiendo a nuestro pies, pasábamos de mano en mano la botella de bourbon. Un trago, un suspiro, y la botella sigue su camino. Uno de los muchachos estaba contando una historia sobre una cita que había tenido con una pelirroja que el segundo día que quedaron le habló de niños y un perrito. Nos dijo que no la había vuelto a ver. Lo contaba de tal forma que todos nos reíamos. Imaginamos su cara de susto. Le vimos corriendo fuera de aquella cama. Lo escuchamos maldiciendo al paso del tiempo. Pero le entendíamos. Vaya si le entendíamos.

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