14.11.05

Un niño del barrio

Aquel dry martini ni estaba frío ni era martini, pero andaba ya tan borracho que hubiera aceptado cualquier banco como mi colchón. La verdad es que la chaqueta me sentaba bien. Lo dijeron los muchachos, que siempre quisieron creer en algo. Si uno sale, a todos nos irá bien. Eso pensaban. Al final volvíamos al bar de siempre para discutir las historias de nunca. La rueda del camión le pasó por encima a la altura del abdomen. Le salió sangre por la boca como una fuente. Una señora se desmayó. Uno de los muchachos nos mantenía informados de todo lo que pasaba por el barrio. Le llamábamos reportero. Aquella mañana un furgón de reparto de leche atropelló a uno de los niños de la calle. Nadie reclamó el cadáver. Cuando amaneció los muchachos y yo fuimos al entierro. No importaba lo borrachos que estuviésemos. Un niño del barrio jamás debe marcharse solo. Por eso me puse mi mejor chaqueta esa mañana. Por eso más que nunca los muchachos necesitaban creer.

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