28.9.07

Ayer

Bebíamos como demonios hasta que uno caía al suelo. Entonces reíamos. La noche pasaba rápido. Lo hacíamos pocas veces, pero cuando lo hacíamos todo el barrio se enteraba. No celebrábamos nada. Solo nos juntábamos y vaciábamos botellas. Compartíamos entonces las mismas historias de siempre, las que quedaron atrás. Si no era en aquellas noches, nunca volvíamos al pasado. Los muchachos sabían bien que no había que hurgar en los cubos de basura de la memoria. Si no paras de girarte para mirar atrás mientras andas, entonces no podrás mirar hacia delante. Sí, los muchachos lo sabían muy bien. Por eso alguna noche cualquiera nos juntábamos y bebíamos. Esas eran las únicas noches en las que volvíamos atrás. Bebíamos y dejábamos que nos atase por unas horas el ayer. Bebíamos como demonios hasta que uno caía al suelo. Entonces cortábamos la soga del pasado y soltábamos lastre. Ya sólo mirábamos hacia delante.

25.9.07

Distancias

Si algún día sucedía algo en el barrio, fuese lo que fuese, pero malo, salía en los periódicos. No importaba que lo que hubiese pasado nada tuviese que ver con la gente del barrio. Siempre los periódicos decían que era cosa nuestra. Sabíamos que lo hacían para que la gente de los barrios del este durmiese más tranquila. Cuando lo malo está localizado, uno puede asegurarse de que está bien lejos. Por eso el cielo dicen que está arriba y el infierno abajo, les explicaba a los muchachos. A nosotros no nos importaba, por supuesto. Los hombres compraban los diarios para ver los resultados de la liga y las mujeres buscaban entre las páginas los nombres de las primas que se casaban. Después las hojas viejas servían para cuadrar mesas, tapar grietas o simplemente secarse los pies cuando llovía. Los habitantes de la zona este no sabían que nuestras malas noticias eran siempre útiles. Aunque no fuesen tan malas. Era sólo una cuestión de distancias, les repetía a los muchachos. Como el boxeo. Y entonces lo comprendían.

20.9.07

Rutinas

Es difícil volver a las rutinas cuando uno ha intentado por todos los medios aniquilarlas. Las rutinas son las que acabaron con todos aquellos hombres buenos del barrio. Salían de casa al amanecer y volvían derrotados al anochecer con el cuello de la camisa sucia. En casa les esperaba la misma rutina de una familia que no llega, de un niño que necesita, de una mujer que reclama, de una vida que se apaga. Lo vi durante años y supe que era la rutina la que iba royendo la piel de aquellos hombres. Incluso los que acabaron en los bares y mandaron todo al infierno para huir de la maldita rutina terminaron en otro círculo de rutina. Aquella era la prostituta que todos maldecían. Como lo viví de cerca, porque una abrazó pronto a mi padre y no lo soltó hasta que dejó de respirar, siempre corrí para que no alcanzase. Pero ahora vuelvo. E intento acercarme de nuevo a los muchachos. Y quiero la rutina que no me haga un extraño para ellos. Sé que ha pasado tiempo. Ellos lo saben. Y todos saben que cuando la rutina vuelva a rozarme, volveré a echar a correr. No preguntes. Así es. Así será.

19.9.07

Tiempos malos

Ha pasado el tiempo. Me dejo llevar y no recuerdo. De repente un día vuelvo y brilla el sol. O eso creo. Últimamente no brilla mucho. Desde que llegaron los señores al barrio todo cambió. Cegaron a los muchachos con los destellos de sus relojes. Se los llevaron. Ganaréis mucho dinero, les prometieron. Oh, sí, mucho dinero. Mirad a vuestro alrededor, les obligaron. ¿Queréis seguir siempre en la miseria, como vuestro padres, como los padres de vuestros padres? Eso les preguntaron, sí. Y ellos respondieron a coro que no. Estaban cegados por el ruído de los gemelos. Por primera vez les daban una orden y la cumplían. No me he recuperado. Que nadie piense que sí porque no lo he hecho y no lo haré. Aunque alguno de los muchachos haya vuelto. Saben que aquel no era el camino. Yo sé que la luz que se ve al fondo es sólo un destello. Cuando quieres acercarte el camino vuelve a estar a oscuras. ¿Por qué lo sé? Porque he pasado por ello, por supuesto. También a mí me cegaron antes. Pero yo nunca llegué a creerme que mi hogar, lo único que podía entonces llamar así, era miseria. La miseria es esta época. Vienen tiempos malos. Sí, lo sé.