9.2.10

Sólo ellas me intimidan

Allí estaban, en corro, en las escaleras de aquel portal. Todas hablando a la vez. Todas riendo juntas. Todas, sí, todas. Pasaban las tardes contando historias de besos antiguos y de sueños con familia y televisores frente al sofá. Compartían sus cigarrillos y las envolvía una nube de humo que no se disipaba hasta que se despedían. La calle era suya. Sólo si iba con alguno de los muchachos me atrevía a pasar por delante. Aquella acera era uno de los lugares más incómodos del planeta. Puedo prometer que así era. Sólo me intimidaban. Cruzaba, sí, claro, porque había que cruzar. Pero lo hacía rápido. Inseguro. Sabía que en cuanto pasase a su lado callarían y mirarían todas. Giraría levemente la cabeza y diría "buenas tardes, chicas, cómo va todo". Y después seguiría, sin bajar el ritmo, sin esperar respuesta. Mejor no pararse. Mejor pasar aquello cuanto antes. Porque en cuanto hubiese pasado ante su mirada todas empezarían a susurrar. Maldita sea, los susurros de aquellas mujeres se me metían entre las vértebras. Me producían escalofríos. ¿Qué diablos estarían diciéndose? Siempre me sentí desnudo, indefenso, inútil cuando pasé a su lado. Nunca supe qué dijeron de mí. Quizá sólo respondían a mi saludo. Pero sé que era mejor no quedarse a averiguarlo.

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