7.2.10

Dios no me cubre las espaldas

Por eso fuimos siempre como fuimos y luchamos como luchamos. Lo sabíamos. ¿Uno más qué carajo importa?, decíamos. Adelante, que vaya con vosotros. No nos asusta. Es sólo uno más. No importa. Y así fue. Por mucho que algunas señoras y madres quisieran convencernos de lo contrario. Te vigila. Debes ser agradecido para que esté contigo. Pero sabíamos que no lo éramos nosotros ni tampoco aquellos que lo incluían en su banda. Así era. Por eso no creíamos todas aquellas cantinelas de viejas asustadizas. No nosotros no fiábamos nuestro destino más allá de nuestras propias manos. Mucho menos a alguien que no fuese uno de los muchachos. Y ni siquiera siempre. El destino y su futuro es una víscera más. No conviene andar prestándoselas a nadie. Las señoras no lo sabían. No querían saberlo. Tampoco nosotros explicárselo. Hay palabras que es mejor no gastar. Por eso cuando alguno juraba que estaba con ellos nosotros reíamos. De acuerdo, repetíamos, que esté de vuestro lado. Nosotros nunca quisimos que Dios nos cubriera las espaldas. Para eso ya estaban los muchachos.

No hay comentarios: