5.3.10

Las manos temblando

Extiende las manos. Con las palmas abiertas. Las dos a la misma altura. ¿Lo ves? Tiemblan. No las apartes. Déjalas. Las palmas hacia abajo. ¿Lo ves ahora? No, no es porque yo las esté mirando. Lo sabes. ¿Por qué dices eso? No es la primera vez. Te sucede desde hace tiempo. Ya me había dado cuenta. No te quise decir nada. ¿Desde cuándo estás así? ¿Por qué no dijiste nada? ¿Creíste de verdad que podrías ocultarlo? Esto no se tapa con una venda. Así no puede ser. ¿Lo ves? No han parado de temblar desde que las has extendido. Y ahora qué vamos a hacer, muchacho. ¿Por qué no me dijiste nada antes? No, no sé que hubiéramos podido hacer, pero algo seguro que se nos habría ocurrido. ¿Cuánto tiempo hemos dejado escapar? Quizá demasiado. Déjame pensar. Maldita sea. No sé qué hacer. Mierda. ¿Lo ves? No las quites. Déjalas temblar. Ya es demasiado tarde para taparlo. Ya no puedes. ¿No comprendes que se ve? ¿No entiendes que lo había visto hace tiempo pero que no quise decir nada? Pensé que sería una mala racha. Algo que estuvieses tomando. Ya sabes, después de aquello sé que lo pasaste mal. No me quise meter. Debí haberlo hecho. Es culpa mía. Y ahora seguramente ya sea tarde. Deja las manos extendidas. Con las palmas abiertas. ¿Lo ves? Esto siempre significa algo. Las manos son el maldito espejo del alma, chaval. ¿Ves como tiemblan? Eso significa que ya no puedes boxear.

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