23.3.10

Adiós, relojes

Contaban los años por cadáveres; los inviernos por amores rotos. Cada cosa duraba lo que debía durar. Ni un minuto más. El tiempo era un concepto que se manejaba según cómo soplase el viento. No importaba. Era otro sistema de medición. Otra forma de entenderlo. Los muchachos olvidaron pronto que el pasado es un lugar en el que siempre te has dejado algo olvidado que no te quitas de la cabeza. Sólo así podían seguir. Sólo de aquella manera no pasaban los años, sino que no pasaba nada. Los relojes, lo sabíamos, son grilletes con agujas que se mueven. Un baile obligatorio para todos en el que sólo suena una canción y siempre es la misma. El tiempo es lo que queremos que sea. Nosotros pondremos el calendario y diremos que ha llegado la hora de hacer algo o no hacerlo. Nadie más. Sólo entonces, sabíamos, podremos mirar hacia atrás sin temor a ver que no hemos avanzado. Algunas veces es mejor quedarse quieto. Sólo hay que saber cuándo ha llegado ese momento.

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