1.6.10

Olía flores y buscaba el muerto

Ya se estropeará. Ya se torcerá. Ya se hundirá. Aquel tipo era así. No importaba lo que sucediese o de qué se hablase. Siempre respondía lo mismo. Aquel hombre olía flores y enseguida buscaba el muerto alrededor. Lo conocíamos y sabíamos que nunca era agradable hablar con él. Pero le dejábamos acercarse. Llegaba con pies plomizos, arrastrando las suelas, y las manos en los bolsillos. La mirada clavada en las baldosas. Se unía a nuestro grupo con un leve movimiento de barbilla. Los ojos grises. El pelo a un lado, más ayer que mañana. El traje oscuro. No hablaba. Sólo escuchaba. Si los muchachos contaban la historia de una chica sonreía. Ya aprenderéis, les decía; cosa de los años, añadía. Los besos dejarán de ser besos y serán mordiscos. Si recordaban una buena pelea, de esas que se ganan cuando está todo perdido, les recordaba que llegaría el día en que estuviese todo ganado y se perdería. Y así siempre. Y así cada vez que se acercaba, con aquellos sobres lacrados de malas noticias en los bolsillos. Es angustioso, decían los muchachos, tener cerca a un carroñero diciendo que todo, siempre, lo quieras o no, terminará yendo mal. Hay cosas que sabes pero prefieres no recordar. Aquel tipo se empeñaba en hacerlo. Sentimos siempre lástima por él. Nunca se lo dijimos. Ayer murió. Le llevamos flores al velatorio. Tenía razón, el maldito: no importa dónde te escondas, ella te encontrará.

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