1.4.09

Almas perdidas

Llegaba serio pero sonreía. Traía las manos juntas por delante de la chaqueta. Entrelazadas. Se acercó a nosotros como uno más. Palmeó el hombro de uno de los muchachos y nos miró a todos uno por uno. Una sonrisa para cada uno. "¿Cómo estáis?", nos preguntó. "Hacía tiempo que quería venir a compartir un rato con vosotros". Movimos la cabeza, de arriba a abajo, sin dejar de mirarle. Un gesto leve. Ninguno dijimos nada. "Están muy mal las cosas últimamente y todos nos sentimos solos en algunos momentos y necesitamos a alguien que nos ayude a tirar para adelante. Tenemos que estar todos juntos en estos momentos. Formamos un gran rebaño que necesita un pastor que nos ayude. No temáis sentíos solos. Es normal". Hablaba mientras todos le escuchábamos. Alguno de los muchachos asentía de vez en cuando, o miraba a otro lado. Nadie dijo nada. "Venid a mí", repetía. "Venid, conmigo", nos decía. Le escuchamos un rato con atención. Cuando le habíamos dado suficientes esperanzas de que nos había convencido, uno de los muchachos se lo digo: "Márchese, padre, aquí todas las almas están ya perdidas".

No hay comentarios: