31.3.09

El barman

Por cada cerveza que servía guiñaba un ojo, tarareaba una canción que nadie conocía y chasquía una vez los dedos. Así era siempre. Otra cerveza. Otra canción y otro guiño. Apenas hablaba. Al otro lado de la barra esuchaba al margen. Miraba al suelo tarareando sus canciones y nunca se metía. Sube la radio, le decíamos. Y la subía. Pon otra ronda, le pedíamos. Y la ponía. Si alguno de los muchachos tenía algo que contar el resto le rodeábamos para que hablase. Él no se movía. Ni siquiera cuando nos escuchaba hablando de mujeres y besos robados y faldas que se levantaban. No le importaba nada de aquello. Había enviudado hacía muchos años. Ni se acordaba ya de su mujer, decía algún cliente del bar. No era cierto. Pero nunca hablaba de ella. Ni de nada. Colocaba sus botellas, atendía, cobraba. Pasaba todo el día y buena parte de la noche allí, al otro lado, en otro mundo. Nunca nos dijo nada cuando nos pasábamos con la bebida ni cuando entraba alguien a quien había que sacar fuera ni cuando estaba la situación jodida y se organizaba algún follón. Él seguía allí, tarareando sus canciones, recordando. Sólo un día que los muchachos no estaban, tarde ya, me sirvió una última cerveza cuando no la había perdido y me dijo: "¿Sabes? Llevo años intentando recordar una puta canción y no lo consigo".

No hay comentarios: