24.3.09

A los puntos

Daba igual lo que yo dijese. Ella siempre ganaba. Nunca importó cómo había empezado la bronca. Ella llegaba, chillaba más y después se echaba a llorar. Con eso bastaba para ganar cualquier discusión. Al principio lo intenté. ¡Vaya si lo intenté! Razonaba, hablaba con dulzura, chillaba, daba puñetazos a la pared... De nada servía. Ella comenzaba reprochando, después chillaba y por último se echaba a llorar. Un nuevo asalto ganado. Victoria final a los puntos. Siempre la misma historia. Por eso después de un tiempo dejé de intentarlo. Simplemente me sentaba delante con los ojos clavados en el suelo y de tanto en tanto levantaba la cabeza y la mirada. ¡Menudo espectáculo! Aquella mujer era una actriz formidable. Daba igual lo que yo dijese. Cuando terminaba de llorar y empezaba a sollozar yo aprovechaba y salía de casa. Me reunía con los muchachos y les contaba la nueva función. Todos admirábamos a aquella mujer. Nuestro historial de victorias nunca sería igual.

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