30.3.09

Aquella época

Estaban cayendo los mercados. Lo decían en las radios. Los magnates se hacían cruces. Lo contaban los periódicos. El precio del dinero se hundía. Lo escuchaba por la calle. Aquella época todos miraban al suelo buscando monedas perdidas. Los padres no compraban zapatos nuevos a sus hijos. Las señoras se olvidaron de cambiar de vestuario. Los bares se vaciaron y la gente bebía en casa. Dos de los muchachos perdieron sus empleos y volvieron a casa con las manos en los bolsillos. Recuerdo aquel día. Caminaban tranquilos charlando entre ellos. No sabían ni sabrían nunca de qué iba todo aquello. Un día, simplemente, el cielo se oscureció y en una zona de la ciudad los negocios dejaron de ser bonitos. Así era el mundo del dinero. Nos quedaba tan lejano como un ballet o un violonista de la vieja Europa. No nos importaba. Pero escuchábamos las radios tronando agoreras. Como los hombres que se suben en cajas de fruta en las esquinas y amenazan con la llegada del Apocalipsis y la vengaza final de un dios. Me reunía con los muchachos y lo comentábamos. Comprábamos unas latas de cerveza y mientras las bebíamos alguno recordaba lo que decían los titulares de los periódicos. Después reíamos y seguíamos bebiendo. Aunque dos de los muchachos hubiesen perdido sus empleos la situación nos hacia gracia. No habíamos hecho nada por entrar en aquella época ni podríamos hacer nada por salir de ella. Si nuestras vidas estaban en manos de otros hombres, mejor reírse de todo y no pensarlo.

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