14.4.09

Aquella lluvia

Durante aquella semana llovió como si nunca hubiese llovido antes. La gente se quedó en sus casas mirando desde el otro lado de las ventanas. Jamás habían visto llover con tanta rabia. Nadie, ni los más viejos del barrio, lo recordaban. Aquellos días cerraron las tiendas y los niños no fueron al colegio. Sólo salieron los hombres camino de sus fábricas o sus terribles empleos. Iban enrollados en sus abrigos, con las solapas levantadas y los sombreros chorreando. Corrían hacia sus trabajos y corrían de vuelta a casa, sin fuerzas. Sus mujeres los veían marcharse y volver desde sus ventanas, desde el silencio de dentro, mientras en la calle el agua caía con estrépito y una riada limpiaba el asfalto calle abajo. En la radio no hablaban de otra cosa. Aquella lluvia tenía a la ciudad paralizada. Nosotros sólo salimos para juntarnos en el bar y ver llover. Apenas hablábamos. El ruido aquel que hacía el cielo al abrirse era suficiente. Las personas más mayores se hacían cruces y buscaban culpables. El mundo se terminaba, dijeron. Nunca había llovido con tanta violencia como aquella semana.

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