21.4.09

El vendedor

Llegaba de lejos. Muy lejos. Decía cosas raras como no se achicopalen o quehubole y nosotros reíamos. Era gracioso aquel hombre. Se unía a nosotros en el bar y nos contaba cómo era el lugar de dónde venía, cómo bailaban las mujeres, cómo besaban, lo lejos que estaban. Era vendedor. Eso decía. Nunca supimos qué vendía pero tampoco le preguntamos. Como ninguno de los muchachos tenía intención de comprar nada no necesitábamos saber qué ofrecía aquel tipo. Simplemente le dejábamos hablar y le escuchábamos cuando nos contaba sus historias. A veces se metía en las nuestras. Le hacía gracia también escucharnos y reía y decía más cosas que no entendíamos. Aquel tipo era un hombre divertido. Si le dabas dos whiskys le tenías junto a ti toda la noche. Las mujeres del lugar del que venía bailaban y besaban como ninguna. Aquello aprendimos. El día que se fue nos dejó una dirección apuntada en una servilleta. Intercambiamos abrazos y prometimos que algún día iríamos a conocer a aquellas mujeres que bailaban y besaban como ninguna. Oh, sí, no dejen de hacerlo, nos dijo. Salió agitando la mano por encima de la cabeza. Nosotros volvimos a lo nuestro.

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