25.1.10

Maldito viejo

Cada vez que se sentaba al piano sabíamos que nos hablaba a nosotros. Maldito viejo medio ciego. Aquel tipo sabía cómo había que acariciar a una mujer. Lo demostraba bailando sobre el damero aquel. Sus dedos vomitaban música. Jamás falló una nota. Con aquellas uñas que no podían ya acumular más recuerdos debajo rasgaba cada nota. Cualquier mujer se hubiera tumbado frente a él dispuesta a viajar aquel planeta donde sólo sus manos sabían llevar. Nos lo contaba a nosotros, sin hablarnos, porque aquel maldito viejo nunca habló con nadie. Pero me sentaba con los muchachos en la oscuridad y callábamos. Salía cuando no quedaba nadie. Cuando los que quedan andan ya tan borrachos que cuesta escucharlo entre sus gritos. La hora a la que limpian los que deben limpiar y las últimas mujeres se van a casa solas, otra noche sin trabajar. Nosotros nos escondíamos en la penumbra. Aquel maldito viejo no podía vernos. Y entonces sus dedos lentos y viejos que apenas podían sujetar la copa despertaban. Era un puto milagro y lo sabíamos. Soñábamos con poder decir expresar con palabras sólo la mitad de lo que aquel tipo contaba con sus dedos. Cualquier mujer se hubiera dejado mecer por su melodía.

No hay comentarios: