27.1.10

Imaginar, soñar

Imaginar, soñar, era lo peor que se podía hacer. Los muchachos lo sabían. No servía de nada. Aquella chica. Estar con ella. El beso. La secuencia. El después. Y cuando llegaba, nunca era como habíamos imaginado. Salir de allí, lograrlo, escapar. Y cuando alguno lo lograba, nunca era como lo había soñado. Malditas películas. Nos dibujaban escenarios en los que después nos veíamos como los protagonistas. Allí todo salía bien. La música. El coche. La carretera. Ella. En hora y media todo puede salir bien. La realidad dura más que un largometraje. Los muchachos lo sabían. Yo lo sabía. No hacía falta que recordárnoslo. Por eso nunca estábamos solos. Siempre rodeados mejor. Con los nuestros. Si no se disparaba nuestra mente y nos llevaba a todos aquellos sitios en los que queríamos estar. A todas aquellas escenas que soñábamos protagonizar. A aquellas chicas que queríamos querer. No servía de nada. Los muchachos lo sabían. Pero imaginar, soñar, era lo único que nos quedaba.

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