26.1.10

Al otro lado

Tenia esa pose arrogante de los que se creen ganadores porque sí. Nos hablaba como hablan los profesores, como orden los policías, como sentencian los jueces. Él era mejor que nosotros y se empeñaba en demostrarlo. Nada más importaba. Sólo marcar bien la línea entre su posición y la nuestra. Entre ganar o perder. A un lado o a otro. Fue así durante años. Como un jefe cabrón pagando su vida triste con sus trabajadores. Quemando frustraciones a fuerza de desprecios. Un hijo de puta que pensaba que cuando uno está al otro lado de la línea ya no hay vuelta atrás. Así era. Menos mal que los muchachos lo conocían bien. Y aquel día, cuando vino pidiendo ayuda, cuando le perseguían, cuando quiso saltar a nuestro lado de la línea, se lo demostraron. Ahora somo nosotros los que marcamos en el suelo el lugar de cada uno. Llevabas razón, le dijeron. Cuando pasas al otro lado ya no hay vuelta atrás.

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