28.11.10

La redención

La redención era un lugar que no figuraba en los mapas. La buscaban las señoras en iglesias con señores oscuros. Las parejas dándose últimas oportunidades. Un sitio que todos querían conocer y que cada cual inventaba. Jamás creímos en ella. No estaba hecha para nosotros. No la merecíamos. Tampoco preguntamos por ella. Hay rincones en el alma tan destartalados y caóticos que no hay forma de meterles mano. Mejor no abrir ciertas puertas. Lo sabíamos. Para nosotros la redención era una botella de ginebra. Ceniceros llenos. Y nada que perder. Y alguna mujer, de vez en cuando, que nos rodeaba el cuello con sus brazos. Y una mano sujetándonos por detrás cuando los pies se asomaban al abismo. Otra noche. Y un amanecer cruel con el que despertaban también los fantasmas que habíamos ahogado mientras el sol dormía. La redención era una condena. No la busques, chaval, nos decíamos. No trates de alcanzarla. No existe. Abrázame de nuevo, chica. Dime que todo va bien. Miénteme una última vez.

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