12.10.10

Compra el periódico, chico

Ven, chico, le llamó. El niño dudó. Sí, tú, chico, ven aquí. Volvió a dudar mirando a los lados, buscando otro chico que respondiese. Pero no había más. Chico, ¿a qué esperas? ¿no querrás que vaya yo, verdad. Estaba nervioso. El resto de los muchachos y yo le mirábamos, con los ojos tiritando de impaciencia y una mueca apagada. Al final se acercó, indeciso, con las manos en los bolsillos y mirándose las rodillas a cada paso. Cuando llegó le tendió una moneda. Ve al quisco, chico, y compra el periódico. Hazlo rápido y podrás quedarte lo que sobra. Vamos, ve, ya estás tardando. El niño se giró y echó a correr, ya con las manos fuera, la derecha apretado aquella moneda, sin mirarse la zancada. Mientras esperaba se agitaba. ¿Dónde se ha metido ese maldito chico? Ya le pillaré, decía. Pero aún podíamos ver su espalda corriendo hacia el quisco. Volvió, también a la carrera, con el periódico entre las manos. No le dio tiempo a llegar. Se abalanzó con tres pasos kilométricos y lo cogió a mitad de camino. Le quitó el periódico de las manos y le dijo: ahora, chico, vete a jugar, vuelve a lo tuyo, vamos. Allí, a varios metros de nosotros, lo abrió y empezó a pasar las páginas, con ansiedad, con torpeza. Nosotros esperábamos sujetando aún la mueca, con los ojos aún más abiertos, algunos dándole la espalda a todo aquello. Terminó de recorrer las páginas y sus hombros se hundieron. Sus rodillas dejaron de ser palos. Sus manos soltaron el diario. Entonces nos miró. Aún entre el susto y la realidad. Y nosotros reímos. Era una vieja broma. Contarle a uno de los muchachos que aquello que había hecho salía en el periódico. Ya nadie se lo creía. Salvo él.

No hay comentarios: