26.4.10

Vuelvo a las calles

He tardado en recuperarme. Las heridas físicas se curan pronto. Cicatrizan y punto. Después muestras las cicatrices. Son el cuaderno de bitácora de este viaje. La única conciencia que en ocasiones queda. Para algunos, su último reducto de moral. Para mí son un álbum de fotos. También para los muchachos. Una cicatriz es un libro. Sólo hay que saber leerlas. Pero las otras heridas no curan tan pronto. Lo sabíamos bien. Esas siguen sangrando por dentro. Aunque los huesos se suelden los nervios te dicen que no está todo bien. Sales entonces a la calle mirando a ambos lados. Nervioso. Temblando. Hasta que no te rodean los muchachos no estás en casa, no estás seguro. Temes las sombras de los objetos, la llegada de la noche, las palabras que se escuchan a lo lejos. Son heridas para las que no existe tratamiento. No hay puntos de sutura para cerrar ciertos cortes. A todos nos ha pasado. A todos nos pasa. Esas heridas nunca se cierran del todo. Cada cierto tiempo, sin previo aviso, vuelven a sangrar. Y un día cualquiera sales a la calle y corres para llegar donde están los tuyos. Corres empujado por todos sus fantasmas, que te persiguen e intentan no dejarte respirar. A mí me pasa. Después de aquello me rehice. Pensé que ya estaba. Sólo quedan algunos rastros en mi cuerpo. Nada que me vaya a matar. Vuelvo a las calles, me dije. Así he salido. Los muchachos se alegran de verme. Pero sus ojos dicen todo lo contrario. Me han visto llegar sin poder respirar. No puedo engañarlos.

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