15.4.10

Qué rápido era el maldito

Nunca me habían golpeado así. Ni lo vi venir. Todo era normal. Como siempre. Un baile de pies. Un cruce de ladridos. Medirnos las distancias. A veces todo quedaba ahí. Llega alguien y te aleja de aquello y al otro también. La nube se disipa. Aquella vez no. Bailamos. En círculos. Mis ojos sobre los suyos. Pasos lentos. Como astronautas en el espacio. Así deben sentirse. Los puños se abren y se cierran. Los antebrazos tensos. Respiras rápido. Te tiemblan ligeramente las piernas. Pero los pies se deslizan firmes. No sabes cómo empieza, no sabes cuándo acaba. Son señales. Siempre las hay. Te dicen que comenzará la función en pocos segundos o que al final no habrá espectáculo. Aquel día no. Allí estábamos, frente a frente. Y no lo vi venir. Fue un golpe directo al occipital derecho. Uno de esos que convierten tu cabeza en una coctelera. Tu cerebro es hielo picado. Caí al suelo. He despertado hoy. Una semana después. Disculpad el retraso. Vuelvo a la carga. El próximo día yo quedaré de pie. Qué rápido era el maldito.

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