5.10.07

Una historia de amor

La vi y la perseguí durante años. Desde que éramos niños. Nos cruzábamos una y otra vez por el barrio. Ella lo sabía. Pero andaba con sus amigas y sus saltitos y sus palmadas y sus juegos de niñas. Yo no me separaba de los muchachos. Corriendo siempre de un lado para otro. Cuando nos cruzábamos nos mirábamos. Si su grupo corría en un sentido y el mío en el contrario nos quedábamos rezagados unos segundos. Sólo nos mirábamos. Nunca llegamos a decirnos nada. Y volvíamos a unirnos a los nuestros. Después crecimos. Las niñas dejaron los juegos de niñas y los muchachos y yo, bueno, los muchachos y yo empezamos a hacer otras cosas. La vida nos engulló. Pero crecimos encontrándonos por el barrio. Ya éramos jóvenes, pero nos comportábamos como los niños que fuimos. Nos cruzábamos por las esquinas y nos lanzábamos miradas de reojo. Alguna vez nos paramos de nuevo uno frente a otro, pero no nos dijimos nada. Años después, cuando volví al barrio, la encontré casada con otro hombre. Seguimos viéndonos por la calle pero ella bajaba la mirada. Ayer murió. No tenía años para morir, pero lo hizo. A veces la muerte llega y te engulle. Uno de los muchachos, que subió a la casa, encontró su diario. Dice que leyó mi nombre y que contaba una historia de amor. Me preguntaron qué significaba aquello pero les dije que no sabía nada. Nadie preguntó nunca más por aquello.

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